sábado, 22 de diciembre de 2007

Arqueología Social Latinoamericana: Aportes, potencialidades y críticas.

Para finalizar esta sección en torno a la ASL, intentaremos realizar un pequeño balance acerca de los aportes de esta corriente al desarrollo de la Arqueología latinoamericana, así como también en relación de sus posibles potencialidades como corriente arqueológica. Finalmente, diremos algo en relación de las posibles deficiencias que ha presentado el cuerpo teórico y metodológico de la misma, a la luz de algunas de las críticas que una serie de autores han elaborado (en los últimos años) con respecto a esta.

En primer lugar, con relación a lo que podrían considerarse algunos de los más importantes aportes de la ASL, podemos afirmar que la utilización de algunas categorías como las de “modo de producción”, “formación económico-social” y “sociedad concreta”, así como también otras de las definiciones características del Materialismo histórico y del Materialismo dialéctico, han significado una importante contribución para el desarrollo de la investigación y reflexión arqueológica latinoamericana (Oyuela-Caycedo, et al., 1997). Dichas categorías han sido utilizadas para la elaboración de una serie de importantes re-interpretaciones del registro arqueológico, con respecto al estudio de una serie de sistemas sociales pasados y de sus respectivas dinámicas históricas. Es más, dichas definiciones han tenido una gran incidencia en una importante cantidad de investigaciones en torno a los más diversos problemas de investigación arqueológica: la utilización del concepto de “Revolución neolítica” y de “Revolución urbana” [Ver en “Referencias” los textos relacionados con V.G.Childe], en el caso del estudio del proceso de complejización social creciente de las sociedades arcaicas y el inicio de la domesticación de plantas y animales, así como en el del origen de la civilización en América, son algunos de aquellos (Bate, 1998). En este sentido, la utilización del análisis marxista en el campo de la investigación y la reflexión arqueológica, no solo se ha remitido a los trabajos iniciales de Lumbreras o Sanoja, en el caso del desarrollo y la evolución histórica de los distintos modos de producción en Perú o Venezuela (Oyuela-Caycedo, et al., 1997), sino que ha tenido además una importante continuidad hasta nuestros días. Los aportes teóricos y metodológicos de Bate al estudio de la Prehistoria americana (entre otras cuestiones, los conceptos de “sociedad concreta” o “modo de vida”), así como la labor de otros arqueólogos como Gándara en torno a ciertas reflexiones de orden epistemológico e investigativo (Rolland, 2005), demuestran, precisamente, aquella continuidad del desarrollo de la práctica arqueológica de la ASL en nuestro continente. Igualmente, la producción científica de otros arqueólogos marxistas como T.C.Patterson; por ejemplo, en relación del estudio del surgimiento de la civilización en América, demuestra las vastas potencialidades que podría llegar a tener en el presente el desarrollo de la Arqueología marxista en nuestros países.

Dentro de lo mismo, el novedoso (y contestatario) planteamiento de una “Arqueología comprometida”, crítica de los modelos positivistas y cientificistas de producción de conocimiento, ha constituido una provocadora invitación al re-planteamiento de la disciplina arqueológica en el continente (Lorenzo [Coord], 1979). La problematización que la ASL ha iniciado en cuanto al sentido social de la labor del arqueólogo (Lorenzo [Coord], 1979), ha estado (y está) lejos de cerrarse. No se puede descartar que, en la medida en que las luchas sociales y los procesos revolucionarios que tradicionalmente se han dado en América se desplieguen nuevamente (como parecen comenzar a desarrollarse, y a pesar de algunos sectores, al calor de la actual realidad política latinoamericana), aquella discusión se reavive. Y que tenga en la ASL una de sus principales protagonistas.

Ahora bien, por otro lado, la ASL ha sido blanco de una serie de importante críticas. Muchas de ellas, inspiradas bajo criterios netamente políticos, y con un marcado signo cientificista, conservador y anti-marxista. Muchas de aquellas, también, en gran medida justas. Deteniéndonos en relación de estas ultimas (las primeras no nos interesan aquí), podemos destacar aquellas que denuncian, por un lado, una escasa problematización teórica y metodológica de la ASL (Oyuela-Caycedo, et al, 1997). Es decir, aquellas críticas que hacen hincapié en la cierta incapacidad que ha mostrado la ASL para trasladar su elaboración teórica-epistemológica al campo de la investigación arqueológica misma. Precisamente, refiriéndose a esto último; es decir, al importante vacío existente este ámbito (ya desde los primeros momentos de existencia de esta corriente), Tantaleán nos plantea que:

“Queda claro, a la luz de este libro [refiriéndose a La Arqueología como Ciencia Social], que Lumbreras tenía bastante interiorizada la teoría y el método del materialismo histórico. También tenía bastante clara la perspectiva dialéctica de la realidad social y su representación. Sin embargo, la manera de llevarla a la práctica es un elemento inexistente en dicho documento, quizá, como consecuencia de su carácter de manifiesto primigenio de esta nueva forma de observar la materialidad social” (Tantaleán, 2004: 8).

Más adelante, hablando también acerca de la escasa traducción metodológica e investigativa que, según Tantaleán, ha existido entre el campo de la teoría arqueológica marxista y su producción científica, este nos dice [en visión retrospectiva] que esta:

“necesita redefinirse y llegar a realizarse mediante una praxis que sea coherente con sus ideales y retórica. Estos últimos, por el momento, son más significativos que su materialización en casos concretos de estudio (Politis, 2003: 251) y, sobre todo se necesita desplegar una teoría de la observación arqueológica a partir de las líneas fundamentales del materialismo histórico: una verdadera epistemología materialista histórica” (Tantaleán, 2004: 10).

Igualmente, refiriéndose a los factores que han limitado, y en gran medida ¿abortado?, el desarrollo de la ASL, una serie de arqueólogos se refieren a esta misma cuestión en los siguientes términos:

“A second limiting factor is that the generation of students who were influenced by the social archaeologists of the 1970s and early 1980s became dissatisfied with the lack of a bridge between the “theory” (epistemology) and the practice of doing archaeological research. The social archeologists argued for the use of dialectic materialism as a theoretical approach to archaeology. In practice, however, the norm was the production of archaeological reports without any particular theoretical focus. In other words, the social archaeologists spoke and wrote about the epistemology of archaeology in marxists terms but continued to produce archaeological research that did not depart from culture history” (Oyuela-Caycedo, et al., 1997: 372).

Por otro lado, podemos referirnos también a aquellas críticas que dicen relación con la existencia de un análisis mecánico-economicista y esquemático de interpretación arqueológica. Lo anterior, al nivel de los principales exponentes de la ASL, especialmente en la tendencia representada por el grupo de Lumbreras (Tantaleán, 2004). Dicha críticas, como hemos dicho, se refieren al peso que ha tenido en la ASL un enfoque interpretativo economicista estrecho. Es decir, un enfoque que establece una relación en donde la economía juega un papel determinante, casi sin contrapesos y sin tomar en cuenta la importancia de los factores políticos e ideológicos, en la explicación de los sistemas culturales del pasado (Oyuela-Caycedo, et al, 1997). Según Tantaleán, al interior de la ASL, pero sobre todo en Lumbreras:

“se observa una perspectiva materialista histórica bastante esquematizada y mecánica, producto de la lectura de autores influenciados por el materialismo histórico como el australiano Gordon Childe y el peruano Emilio Choy (por ej. Choy, 1960) los mismos que a su vez se asientan en las ideas originales de Morgan (1877) y Engels (1884). Obviamente, existe un fuerte evolucionismo social producto de estas fuentes. De hecho, el articulo más significativo por la presencia de evidencia material (principalmente fechados radiocarbónicos) titulado La Evidencia Etnobotánica en los Orígenes de la Civilización utiliza el esquema morganiano de Salvajismo, Barbarie y Civilización (Lumbreras, 1974: 177) el mismo que se aplica directamente sobre la endeble evidencia arqueológica disponible en aquellos años” (Tantaleán, 2004: 7).

Finalmente, se pueden traer a colación aquellas críticas que dicen relación con el carácter supuestamente trans-histórico del método tradicional de análisis marxista, el cual sería ampliamente utilizado por la ASL y sus principales figuras. Según quienes plantean este tipo de posiciones, seria necesario una mayor problematización de algunas categorías claves del análisis materialista histórico; por ejemplo, las categorías de trabajo y modo de producción, las cuales serían entendidas muchas veces, dicen, de acuerdo a la definición de aquellas tal y como Marx las concibiera para las sociedades capitalistas, y no en relación a sus específicas características socio-históricas y culturales (Rolland, 2005). Exponiendo algunas ideas para la elaboración de una propuesta arqueológica basada en una lectura alternativa del Materialismo histórico (que definen como -no esencialista- y -no determinista-) [Ver el artículo de Jorge Rolland, en “Referencias”], Rolland afirma:

“Nosotros defendemos una lectura de Marx a la luz de un marco teórico concreto […]. Como consecuencia de este marco teórico planteamos otra relación entre el marxismo y la arqueología […] Su consecuencia principal es que el axioma histórico, proclamado en nombre de Marx, de la determinación económica de las formas sociales, en el que el trabajo juega un papel central en la estructuración de cualquier práctica y representación social y en el que la escisión entre producción y distribución tiene una validez antropológica para medir, respectivamente, los elementos permanentes y esenciales, por un lado, y los cambiantes o formales, por otro, se transforma radicalmente. La implicación política de esta perspectiva resume en la búsqueda arqueológica de los determinantes históricamente específicos de las formas sociales y las formas de poder […]. [En otras palabras, se] incorpora una ontología contraria al esencialismo […] Por otro lado, [esto implica] que una de las lecturas más comunes de Marx, la que convierte al trabajo en el determinante de la formación de las sociedades a lo largo de la historia, responde a un discurso específico, que puede ser estudiado en función de los contextos y motivaciones en que se creó y desarrolló, y que puede ser rebatido desde otros planteamientos como el que aquí defendemos”. (Rolland, 2005: 14-15).

Por último, reafirmando su propia definición de la categoría de trabajo, en oposición a la definición marxista tradicional de la misma (ocupada por la ASL como una de sus categorías bases), este mismo autor nos señala que:

“En cuanto a la forma de aparecer que tiene el trabajo, en las sociedades no capitalistas parece que las actividades productivas y sus resultados determinan las relaciones sociales. Los resultados del trabajo nunca son meros objetos, sino que están infundidos de significados (simbolismo) y de ese modo se asume que son ellos los que determinan la posición social, la definición étnica, etcétera, cuando en realidad son las relaciones sociales las que constituyen estos resultados del trabajo de un modo tan significativo. Esto indica, por tanto, que el trabajo no constituye la sociedad en las sociedades no capitalistas, sino, al revés, se ve constituido por ellas, pese a las apariencias […] esto exige entender que, en el momento en que nos desplazamos a otros momentos históricos, el objeto de conocimiento que perseguimos, por ejemplo la organización del trabajo en torno a la minería y metalurgia de la Edad del Bronce en Eurasia, no puede explicarse en función de una esencia o categoría pretendidamente neutral como “la organización del trabajo” y de la forma que adquiere. Es preciso entenderlo históricamente, es decir, teniendo en cuenta las relaciones concretas de alteridad que en realidad dotan de existencia histórica al objeto de conocimiento al que aludimos con nuestras categorías, y que existen independientemente de nosotros” (Rolland, 2005: 18-19).



Referencias Bibliográficas.

Bate, L. 1998. El proceso de Investigación en arqueología, Editorial Critica (Grijalbo Mondadori S.A.), Barcelona.

Bate, L. 2007b. “Un Fantasma recorre la Arqueología (no solo en Europa)”. En: Boletín Electrónico Arqueología y Marxismo. Ediciones Las Armas de la Crítica, pp: 4-28.

Bate, L. 2007c. “Teorías y métodos en Arqueología ¿Criticar o proponer?”. En: Boletín Electrónico Arqueología y Marxismo. Ediciones Las Armas de la Crítica, pp: 105-115.

Bate, L. 2007d. “Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica”. En: Boletín Electrónico Arqueología y Marxismo. Ediciones Las Armas de la Crítica, pp: 116-143.

Benavides, H. 2001. “Returning to the source: Social Archaeology as Latin american philosophy”. En: Latin American Antiquity, Vol.12, N.4.

Johnson, M. 2000. Teoría Arqueológica. Editorial Ariel, S.A, Barcelona, cap.1.

Lorenzo, J.L. (Coord.). 1979. “Hacia una Arqueología social. (Reunión en Teotihuacan, Octubre de 1975)”. En: Revista Nueva Antropología, Vol.III (12): 65-92.

Oyuela-Caycedo, Augusto; Anaya, Armando; Elera, Carlos; Valdez, Lidio. 1997. “Social Archaeology in Latin america? Comments to T.C.Patterson”. En: American Antiquity, Vol.62, N.2.

Rolland, J. 2005. “Yo [tampoco] soy marxista. Reflexiones teóricas en torno a la relación entre marxismo y arqueología”. En: Complutum, Vol.16: 7-32.

Tantaleán, H. 2004. “La Arqueología social peruana: ¿Mito o realidad?”. Artículo aparecido como: L’Arqueología Social Peruana: ¿Mite o Realitat?. Cota Zero (19): 90-100. Vic. España.

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